Por un revival tecnológico
 
En previsión del engaño de los falsificadores y dado que, a nada que gocen de la menor oportunidad, las apariencias mienten más que la Gaceta, el saber popular advierte que no es oro todo lo que reluce, que el brillo es tan condición sine qua non de la naturaleza áurea como del papel albal y que, aunque atemos los perros con longaniza, solo un insensato envuelve el bocadillo en finas láminas de oro batido. Ante la advertencia popular y dado que estos gremios necesitan de la reinvención de su oficio como los publicistas de sus paquetitos de papel albal, falsificadores y apariencias se han olvidado de oros y oropeles, buscando la diversificación de su negocio con, por ejemplo, los nuevos avances tecnológicos.
En tiempos menos desarrollados que éstos que corren, los nuevos avances tecnológicos como la rueda, las gafas, la cama o la guillotina, permitían, y permiten aún, un aprovechamiento práctico del conocimiento científico, al tiempo que suponían una absoluta novedad y, como dijo Armstrong, “un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad”. Pero, en los albores del siglo XXI, cuando las estadísticas de la Dirección General de Tráfico citan los adelantamientos en carretera como uno de los principales factores de muerte no deseada y las del INSS nos advierten que los avances de la industria farmacéutica en pro de un insensato aumento de la esperanza de vida, que incluso incluye a los que nunca la tuvieron, ponen en riesgo el futuro de las cajas de pensiones, es el momento indicado para imitar a otras disciplinas artísticas e imponer un resurgimiento (léase del inglés revival) en los avances de la aplicación práctica del conocimiento de las ciencias sociales, tanto sean éstas (las sociedades, se entiende) limitadas como anónimas, basado en una actual relectura de las novedades tecnológicas pretéritas que permita adelantar soluciones para los futuros retos del mundo empresarial.
Todos parecemos converger en la convicción de que el principal reto que deben afrontar nuestras empresas en la actualidad, tiene que ver con la competitividad, toda vez que, aunque siempre es deseable, no es siempre posible comprar o bombardear las empresas de la competencia, e incluso a veces está mal visto. Esta imposibilidad ideológica, que no técnica, nos lleva a una absurda búsqueda de nuevos métodos de optimización de recursos cuando existen en nuestro pasado otros perfectamente experimentados con resultados plenamente satisfactorios como, sin ir más lejos, la esclavitud.
Carlos Plusvalías
 
 
Impresiones de un señor de derechas
viernes 11 de noviembre de 2005